El alba clareará suavemente desde un amanecer que viene reuniendo y modulando, desde lejos, un horizonte de nubes nazarenas. En la gran plaza de nuestra historia, de nuevo, somos convocados. Todo se hace murmullo de oración. Los siglos se van doblando humildes en el tiempo ante la presencia serena y majestuosa del Paso. Un dedo gigante de luz, cúmulo de miradas ansiosas, abre con pesadez los batientes, haciendo girar los goznes. Bajo el peso de la cruz, que recoge la culpa de un pueblo, la realeza de tu presencia Nazareno de las Aguas, recibe el beso de esas mujeres singulares que frente a tu puerta te rezan y encomiendan, en oración, las enfermedades y agonías de un pueblo.
Ellas, tus siervas, saben como nadie, que en los momentos difíciles, en tus manos nos ponemos. Escúchalas Padre Jesús, como lo haces a diario. Tú, como ninguno, sabes donde se encierra la inocencia.
Ellas, tus siervas, saben como nadie, que en los momentos difíciles, en tus manos nos ponemos. Escúchalas Padre Jesús, como lo haces a diario. Tú, como ninguno, sabes donde se encierra la inocencia.
Luis Eugenio Sanjuán Monforte