El Señor de Úbeda
Los callejones de la memoria me devuelven a la madrugada de muchos Viernes Santos de mi infancia. El primer toque del cornetín me despertaba del que, por sí, era ya un frágil sueño. Sin pensarlo dos veces, saltaba veloz de la cama para abrir el postigo de la ventana de mi cuarto. Al instante, mis asombrados ojos de niño, contemplaban como una inmensa nube de tulipas y túnicas moradas cubría, casi por completo, el lugar más bello que jamás tuvo para nacer el infinito guión de Jesús Nazareno, la antigua Plaza del General Saro.
Desde su fundación en 1.577, han sido muchas las páginas que se han escrito, a propósito, de la cofradía de Jesús. La poesía y la prosa de los escritores y poetas más prestigiosos, no sólo de Úbeda sino también de más allá de sus Cerros, han servido para glosar la que quizá sea la procesión más señera.
No pretendo ser reiterativo al respecto, sólo apuntar que la imagen del Nazareno, remueve el mayor de los fervores colectivos, que su salida de Santa María, acariciada por los acordes del Miserere, se convierte en una multitudinaria convocatoria, y que su paso por nuestras calles, es un Sacramento para la multitud que le espera y le sigue en un interminable rosario de promesas.
Si, por descontado, hay una escena de nuestra Semana Santa, en la que no hay frontera entre la tradición y la historia, entre la leyenda y la realidad, es la que representa la cofradía de Nuestro Padre Jesús Nazareno.
Los callejones de la memoria me devuelven a la madrugada de muchos Viernes Santos de mi infancia. El primer toque del cornetín me despertaba del que, por sí, era ya un frágil sueño. Sin pensarlo dos veces, saltaba veloz de la cama para abrir el postigo de la ventana de mi cuarto. Al instante, mis asombrados ojos de niño, contemplaban como una inmensa nube de tulipas y túnicas moradas cubría, casi por completo, el lugar más bello que jamás tuvo para nacer el infinito guión de Jesús Nazareno, la antigua Plaza del General Saro.
Desde su fundación en 1.577, han sido muchas las páginas que se han escrito, a propósito, de la cofradía de Jesús. La poesía y la prosa de los escritores y poetas más prestigiosos, no sólo de Úbeda sino también de más allá de sus Cerros, han servido para glosar la que quizá sea la procesión más señera.
No pretendo ser reiterativo al respecto, sólo apuntar que la imagen del Nazareno, remueve el mayor de los fervores colectivos, que su salida de Santa María, acariciada por los acordes del Miserere, se convierte en una multitudinaria convocatoria, y que su paso por nuestras calles, es un Sacramento para la multitud que le espera y le sigue en un interminable rosario de promesas.
Si, por descontado, hay una escena de nuestra Semana Santa, en la que no hay frontera entre la tradición y la historia, entre la leyenda y la realidad, es la que representa la cofradía de Nuestro Padre Jesús Nazareno.
José Ramón López-Agulló Lendínez